La terminología del mundo del PC es amplia y enrevesada. Con el tiempo, vocablos tales como GPU (tarjeta gráfica) o FPS (fotogramas por segundo) han ido calando en el inconsciente colectivo hasta hacerse un hueco en el diccionario de términos de uso habitual de los gamers.
Pero todavía quedan muchos palabros que aprender, incluso para los jugadores más hardcore.
Por ejemplo, la VRAM. ¿Qué es? Nos suena la RAM, sí, pero no nos podemos aventurar a dar una definición concreta de lo que es la VRAM. Pues resulta que la VRAM es un valor al alza en el mundo de los gaming PC, así que más nos vale enterarnos bien de lo que es.
Video Random Access Memory
La VRAM o memoria gráfica es un componente inseparable de la tarjeta gráfica. La GPU es la que al final procesa los datos para proyectarlos luego en la pantalla del ordenador, pero a esa información accede necesariamente a través de la VRAM, que es donde está almacenada.
Para que nos entendamos: la GPU es la que dispara el cañón, y la VRAM es la que le va pasando las balas.
El rendimiento de la tarjeta gráfica está intrínsecamente ligado a la potencia de la VRAM. De nada nos vale una GPU fortísima sin una VRAM que la alimente. Mientras más grande sea el ancho de banda, más rendimiento podremos extraer de la GPU. Tanto, que una misma tarjeta –dos versiones de la misma tarjeta con diferente VRAM, entiéndase– puede reportar hasta el doble de rendimiento dependiendo de la VRAM que utilice.
Hasta ese punto es importante la presencia de la VRAM en una tarjeta gráfica.
De los 90 hasta hoy
Las tarjetas gráficas 911 y Trio de la compañía estadounidense S3 tenían un total de 1MB de memoria gráfica. Sí, un megabyte. Hoy en día ordenadores como el HP OMEN 880-136ns cuentan con 8 GB de esta memoria gracias a su tarjeta gráfica, la poderosa GTX 1080 de NVIDIA. Es decir, 8000 veces más potente.
Tampoco podemos culparlas; las tarjetas gráficas de S3 son veteranas de más de 20 años.
Y aunque nos cueste imaginarlo, en su época (primera mitad de los 90) eran las reinas del patio. Multitud de fabricantes de primer nivel pactaron con S3 (para desgracia de ATI, su principal competidora por aquel entonces) incluir sus tarjetas gráficas en los ordenadores de la compañía. Quién puede olvidar las míticas torres Vectra VE de HP. Algunos todavía la conservan y se atreven incluso a instalarle Windows 7. Duraderos lo eran, eso está claro.
Entonces llegó NVIDIA.
En 1995 vio la luz la primera tarjeta gráfica de la multinacional, la NV1. Era el primer procesador gráfico capaz de ofrecer aceleración de vídeo, aceleración por software y por supuesto renderización en 3D, ¡y ya tenía 4MB de memoria!
Lo cierto es que no se puede decir que fuera un éxito, pues Windows lanzó su primer Directx justo en el momento en que la NV1 –que no era compatible de forma nativa con esta tecnología– comenzaba a despegar. NVIDIA la guardó en el cajón y se puso manos a la obra con su siguiente creación.
Entretanto, la actual archienemiga de NVIDIA (ATI) lanzaba 3D Rage, su respuesta a NV1. La Rage tuvo una secuela y varias revisiones que alcanzaron los 8MB de memoria, pero la tarjeta sufrió el mismo destino que la NV1 cuando irrumpió en escena la inesperada Voodoo Graphics (o Voodoo 1) de 3Dfx, compañía –extinta– que logró comerse a la competencia con patatas y dominar la escena hasta el comienzo de la nueva década.
GDDR, una década de reinado
El principal aliciente de una memoria RAM es su cantidad de memoria DDR, ¿verdad? Pues el de la tarjeta gráfica es su cantidad (y calidad, cuidado) de memoria GDDR.
El GDDR es el tipo dominante de memoria gráfica que comenzó su andadura a comienzos de la década pasada, y que tras un pequeño traspié en su segunda versión (GDDR2), se consolidó como la memoria gráfica por excelencia para la GPU con su tercera iteración, la GDDR3.
La GDDR es, a grandes rasgos y de manera muy simplificada, una DDR creada para su uso en las tarjetas gráficas, y no en la CPU. A tal efecto, la GDDR cuenta con un mayor ancho de banda, puede enviar y recibir datos al mismo tiempo y sobre todo: está optimizada para reducir al máximo su consumo eléctrico, lo que se traduce a su vez en un menor sobrecalentamiento.
Ojo, la DDR y la GDDR no van unidas. De hecho, ni siquiera comparten numeración; la GDDR4 no equivale a la DDR4 y viceversa. Son, sencillamente, dos tipos de memoria gráfica dedicados a fines distintos y por lo tanto emplean métodos que son más eficientes para las tareas específicas que controla cada una. Son, por así decirlo, las mejores en lo suyo.
La mítica serie 6 de GeForce fue la colección de tarjetas de NVIDIA encargadas de popularizar esta nueva solución hasta convertirla en un estándar que se ha mantenido hasta nuestros días.
Pero la GDDR3 es ya poco menos que una antigualla en el gaming PC de alta gama.
Ahora la que manda es su nieta, la GDDR5, que desde que naciera en 2008 de la mano de las Radeon 4850 y 4870 ATI, ha conseguido mantener el tipo hasta estos días. 10 años ha durado la hegemonía de la memoria GDDR5 en las GPU de alta gama. No fue hasta el año pasado cuando su sucesora, la futura GDDR6, se pudo avistar en el horizonte.
Pero hasta que esta sexta revisión consiga estandarizarse nos quedan todavía mucha GDDR5.
No en vano las tarjetas más prolíficas del mercado en la actualidad cuentan con esta tecnología. Hemos hablado antes de la 1080 de NVIDIA, y aunque esta es sin duda el golden standard de las gráficas actuales en cuanto a relación calidad-precio, no es ni mucho menos la única que utiliza grandes cantidades de memoria gráfica para ofrecer gráficos y rendimiento espectaculares.
Sus hermanas pequeñas, sin ir más lejos (1070, 1060, por ejemplo) también tiran de GDDR5 para echar a correr los juegos más exigentes. Todas ellas las podemos encontrar en la gama OMEN de HP, que además tienen como aderezo para estos tarjetones con procesadores de última generación i7 de Intel, memoria RAM para dar y regalar y, sintetizando, todo lo que le hace falta a un ordenador para echarse a la espalda cualquier juego actual y futuro en las resoluciones y framerates más elevados. ¿4K y 60 FPS? Sí. ¿Realidad Virtual? También. Y lo que es mejor: sobremesa sí, pero también portátil.
En definitiva, y para que no se nos olvide: mucha atención con la memoria gráfica.