Si echamos la vista atrás para recordar los gloriosos primeros días de los videojuegos para PC, seguramente nos sorprenderemos por la tremenda evolución técnica experimentada por la informática personal. Y sin embargo, tan notable como pueda haber sido la trayectoria desde aquellos antiguos PC con monitor de plasma naranja a torres de primera línea como el actual HP OMEN Obelisk, el salto dado por los equipos portátiles aún es mayor.
Razones de tamaño, potencia, disipación y calidad de imagen hicieron que el clásico laptop no fuera una plataforma de juego plenamente válida hasta hace muy pocos años. Y para llegar a iteraciones como el HP OMEN X han tenido que cambiar muchas cosas, haciendo necesario echar la vista atrás para comprender mejor la profundidad de estos avances.
Del exasperante STN al IPS: una cuestión de imagen
Igual que sucedió con los ordenadores de sobremesa, las primeras personas en percatarse de las posibilidades lúdicas brindadas por los recentísimos ordenadores portátiles fueron aburridos oficinistas e ingenieros sin nada mejor que hacer que observar taciturnos una pantalla repleta de hojas de cálculo creada con… Lotus 1-2-3. Eran los tiempos de los «portátiles» con asa de transporte.
Las cosas no mejorarían mucho hasta la llegada de todo un icono informático: el HP Omnibook 425. Este auténtico monstruo presentaba una pantalla en escalas de gris de 9 pulgadas. Unido a un procesador Cyrix 486 compatible con Intel y hasta 8 MB de RAM, hizo avanzar la vieja imagen de los ordenadores portátiles a algo mucho más próximo a lo que conocemos hoy.
Por sus elevadas prestaciones, el HP Omnibook 425 se convirtió contra todo pronóstico en un ordenador portátil con sorprendentes capacidades lúdicas.
La clave del asunto residía en el uso de gráficos VGA. Aunque solo brindaba 16 escalas de gris, su capacidad para procesar internamente hasta 256 colores hacía que prácticamente cualquier juego de la época funcionara sin mayores problemas. Así fue como algunas personas descubrieron que esa aburrida máquina para contables y ejecutivos también podía correr Doom. Algunos héroes sin capa incluso se atreverían a llevársela a las primeras LAN parties.
El principal problema que presentaban estas pantallas no era ya que fueran monocromáticas, sino su brutal tiempo de respuesta. Los equipos de la época hacían principalmente uso de la tecnología pasiva STN, que solo ofrecía una correcta visibilidad con buena luz y, peor aún, imponía un retraso de varios cientos de milisegundos. Jugar a lo último de LucasArts en el parque era una pasada, pero cualquier título de acción requería auténtica fuerza de voluntad.
Con el salto a los primeros portátiles a color las cosas cambiaron en muchos aspectos. Windows 95 nos acercó el mundo multimedia con pantallas SVGA. Visualmente espectaculares, pero con no pocos problemas de otro tipo.
Muchos de estos ordenadores empleaban paneles TFT iluminados con fluorescentes. Literalmente, integraban como podían luces de cátodo frío. El resultado era un portátil mucho más polivalente, pero con un brillo totalmente descompensado y un cromatismo deficiente. En gran medida esto ha sido posible a los avances en iluminación LED. Ya no hay un tubo CCFL dando luz desde abajo a toda la pantalla, sino pequeñas tiras con diminutos puntos generando una iluminación homogénea.
Desde entonces los ordenadores portátiles no han dejado de evolucionar. Hemos podido ver mejores procesadores y unidades gráficas, presenciar el fin de los lectores ópticos y el auge de las SSD, pero no ha sido sino hasta hace unos pocos años que por fin las pantallas de portátil empiezan a brindar rendimiento de equipos de sobremesa. Superadas las barreras del rendimiento gráfico, solo faltaba que los monitores se adecuaran a las expectativas de los jugadores, algo que han hecho de la mano de equipos como el HP OMEN 15.
Dotado con un panel IPS Full HD, este ordenador portátil para juegos ofrece la clase de características que hubieran hecho derramar auténticos lagrimones a los propietarios de un Omnibook 425, con un sistema de retroiluminación completo LED para evitar fugas de luz, una latencia inapreciable y velocidades de refresco de hasta 120 HZ con G-Sync.
De esta forma no solo se consigue la máxima calidad de imagen, sino que el contenido gráfico generado por el ordenador y los fotogramas mostrados en la pantalla se sincronizan para lograr una fluidez real.
La gama de portátiles HP OMEN plasma como pocas la evolución experimentada por los ordenadores portátiles en materia de nitidez y precisión visual. Tanto es así que puede decirse que no existe diferencia a nivel visual entre jugar con uno de estos equipos y una torre gaming clásica. Por primera vez los portátiles se equiparan a los mejores ordenadores de sobremesa en calidad de imagen.
Un pedigrí que se remonta a 2007
Por supuesto, todo este derroche de píxeles y hercios hubiera servido de muy poco si todavía siguiéramos en los tiempos en los que el procesador central tenía que sacar fuerzas para todo. Que básicamente era lo que hacía hasta 1996, cuando ATI (ahora AMD) lanzó sus primeras tarjetas aceleradoras gráficas 3D para portátiles con la línea Rage. Su rendimiento era extraordinariamente pobre a todos los niveles; tal vez por eso pasaron sin pena ni gloria.
Esta situación empezó a cambiar con firmas especializadas o boutique como la canadiense VoodooPC. Especializada en la creación de ordenadores para juegos de la más alta categoría, dio pie a lo que ahora conocemos como el mercado gaming. HP no tardaría en comprender el potencial de esta clase de equipos, y en el año 2006 se hizo con ella. La potencia y capacidad industrial de HP se unían al atrevimiento de VoodooPC. De ahí saldría el Envy HW:201, posiblemente el primer portátil para juegos de toda la historia.
Lanzando oficialmente en 2007, este monumental equipo de 20 pulgadas acompañaba su procesador AMD Turion 64 X2 por nada más y nada menos que hasta dos GPU Nvidia en SLI, pudiendo elegir entre las GeForce Go 7950 GTX o las profesionales Quadro FX 2500M. La autonomía ni siquiera era un factor a tener en cuenta. Lo único que importaba era poder mover los últimos juegos de PC siempre que hubiera un enchufe al alcance, y por primera vez era posible.
A partir de ahí no serían pocos los fabricantes que quisieron seguir sus pasos. El pedigrí gaming de HP es a día de hoy indiscutible. La compañía patrocina algunos de los eventos de eSports más importantes de la industria, que igual que la F1 para la industria del motor, sirve de banco de pruebas para que HP OMEN observe tendencias y refine sus avances técnicos de cara al lanzamiento de nuevos equipos.
Así las cosas, en poco más de dos décadas hemos pasado de querer introducir con calzador una GPU de sobremesa en un portátil de dimensiones industriales a gozar de unidades gráficas específicas de alto rendimiento y bajo consumo.
El HP Pavilion Gaming es un buen ejemplo de ello, integrando una GeForce GTX 1060 en el chasis de un ultraportátil gracias a la tecnología Max Q. En el otro extremo se sitúa el potente HP OMEN X que convierte su pantalla de 17 pulgadas en todo un espectáculo gracias a una tarjeta Nvidia GeForce GTX 1070 para mover los FPS más exigentes sin despeinarse.
¿Portátil o sobremesa? Para muchos jugadores, las líneas son cada vez más difusas
Los espectaculares avances en materia de procesamiento e imagen hacen que más de un consumidor se replantee si de verdad sigue siendo necesario hacerse con una voluminosa torre para disfrutar de los últimos juegos. Con paneles IPS de hasta 17 pulgadas, refresco adaptativo y unidades gráficas en gran medida comparables a las de un ordenador de sobremesa, ciertamente ya no es necesario sacrificar movilidad por jugabilidad.
La gama OMEN by HP así lo certifica, introduciendo los mejores procesadores de Intel y las GPU más avanzadas de Nvidia en unos laptops que por sus prestaciones no solo están seduciendo a jugadores, sino también a ingenieros y arquitectos.
Nacidos para crujir frames por segundo, estos portátiles nacidos con un carácter exclusivamente lúdico hacen ahora las delicias de los profesionales más exigentes. Veinticinco años más tarde, el círculo iniciado por el icónico Omnibook 425 se cierra de forma casi poética.
Imágenes | HP, TankRaider, HP Museum