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Overclock. Una palabra firmemente arraigada en el lexicón del PCero de pura cepa. Asimilada y recurrente para el que lleva montando equipos personalizados desde los años 90, pero indudablemente intimidatoria –o lo que es más probable, desconocida– para el neófito del PC que acaba de cruzar hacia el otro lado desde la acera de las consolas.

Ese otro lado del que, aseguran muchos, no es posible regresar. El del PC gaming.

El overclock u overclocking en su vertiente verbal es una técnica altamente extendida entre la comunidad del gaming en PC, y se refiere, grosso modo, al forzamiento de uno o varios componentes del PC para exprimir aún más su potencial.

 

Frecuente sobre todo en el campo de las tarjetas gráficas, el overclocking modifica los valores que los componentes traen preestablecidos de fábrica para liberar una potencia vallada por defecto por el fabricante. Como cuando el personaje de turno de anime revela que ¡Oh! ¡estaba luchando con 20 toneladas de peso extra oculto en sus ropajes y ahora es aún más fuerte! Lo mismo.

En el universo PCero, esto se consigue principalmente mediante modificaciones vía software como las que vamos a ver a continuación. No hay motivo para la alarma; no es necesario sacar el destornillador y la cinta aislante.

¡Precauciones!

El overclocking en tarjetas gráficas (popularmente conocidas también por las siglas GPU) es relativamente sencillo. No en vano muchos equipos ya cuentan con overclock al vuelo, con sólo pulsar un botón o congif dentro de un menú. El más sencillo es el overclocking de la CPU, del que hablaremos más abajo.

Las complicaciones no radican tanto en cómo hacerlo sino en cuándo y por qué hacerlo.

Lo primero que hay que tener claro es que el overclocking conlleva necesariamente una serie de riesgos. Al fin y al cabo lo que estamos haciendo es forzar la marcha más allá de lo que el fabricante reconoce como necesario. Para evitar liarla y freír los componentes hay que estar preparados al 100%.

¿Cómo? Muy sencillo, asegurándonos de que el resto de componentes cumplen con las exigencias derivadas de un overclocking de gráfica. Es crucial que la fuente de alimentación (PSU), la placa base y la CPU sean lo suficientemente potentes como para aguantar la carga adicional del overclock. De lo contrario, la fuente no resistirá y acabará frita. Eso cuando no esté todo el rato apagando el PC por falta de potencia.

Es decir, no vale eso de hacer overclocking a una GPU del 2017 con un procesador Intel i5 de hace una década.

El software

MSI Afterburner es, de todos, el más fácil e intuitivo, y también uno de los más usados, si no el que más.

Con este programa, hacer overclocking resulta tan sencillo como mover sliders hacia derecha e izquierda. Afterburner nos presenta una serie de opciones básicas entre las que se incluyen las dos que más nos interesan: el core clock y el memory clock.

 

Como cada tarjeta tiene unos límites particulares, es necesario establecer un aumento progresivo (por ejemplo, 10-50Hz más en los sliders cada vez) hasta que el benchmark que estemos utilizando para realizar los testeos empiece a mostrar errores, artefactos o bajones de FPS. Así sabremos cuándo hemos tocado techo. Aunque siempre podemos consultar en los distintos foros dedicados al asunto cuál es el tope de la tarjeta en cuestión según la experiencia de otros miles de usuarios.

Claro que si tienes una tarjeta AMD, lo más sensato es que utilices su propio programa confeccionado exclusivamente para este fin.

¿Auto-overclocking?

Turbo Boost de Intel es otra de las features esenciales para el buen overclocking. En este caso hablamos de una utilidad automatizada y centrada en el overclocking del procesador que está plenamente integrada con la CPU, por lo que su uso es tremendamente cómodo (¡te lo hace solo!) en comparación con los métodos que deberíamos usar para hacer lo propio en otra CPU mediante programas externos.

También es mucho más seguro, que no es poca cosa cuando hablamos del volátil overclocking de CPU, muy diferente y más arriesgado que el de la GPU.

La tecnología Turbo Boost permite al procesador controlar su nivel de potencia en base a las exigencias del programa o juego en funcionamiento sin que tengamos que mover un dedo. ¿Maratón de series en Netflix? Los núcleos del procesador descansan. ¿Estamos en plena partida de Fortnite con 100 jugadores a la vez? El procesador se pone a cien por hora.

Es, por así decirlo, el overclocking del futuro. El que se puede hacer él solito.

Algo similar es lo que encontramos en el GPU Boost 3.0 de NVIDIA, que también maneja de manera automática e independiente los clocks o relojes de las tarjetas GeForce para potenciar (o dejar descansar) el rendimiento gráfico en base a las demandas de unos y otros juegos.

Pero hacer overclocking ‘manual’ a la gráfica puede resultar en una ganancia considerable de frames por segundo (FPS) cuando todo lo demás falla. Es decir, que si una GPU ya algo ajada te da unos 50 FPS de media en un juego, con ella overclockeada (perdón), sería posible llegar, en el mejor de los casos, a la cifra mágica de los 60 FPS.

La cuestión, y he aquí el “cuándo y por qué” que adelantábamos antes, es que no siempre es necesario hacer overclocking.

Cuándo hacer overclocking

Ya hemos visto que la tirada más reciente de procesadores y gráficas vienen de serie con soluciones más que respetables para la falta o exceso de potencia, lo que hace del overclocking un recurso más recomendable para aquellos que quieran exprimir las últimas gotas de vetustas GPUs de hace un lustro que, bien es cierto, todavía pueden dar un poquito más de sí antes de ser relegadas al desguace informático.

Por no hablar de que las tarjetas y procesadores que componen lo que se conoce actualmente como un PC de gama media-alta no necesitan overclocking para mover todos los juegos del mercado, incluso los más fastuosos a nivel visual. El overclocking, pues, puede interesar más a los que no se conforman con la dupla del 1080p/60 FPS y ya no contemplan nada que no sean los 4K de resolución y los 144 FPS.

En cualquier caso, y si lo que uno quiere es montar un PC personalizado para hacerle overclock incluso a los altavoces y el ratón, lo más conveniente es consultar primero la opinión de un experto, o como poco, de alguien que tenga un equipo con una combinación de piezas parecida y que ya haya pasado este trance del overclocking.

Eso, o bien optar por la otra opción, la de los ordenadores premontados. Pero incluso en este mercado debemos cerciorarnos de que el equipo cuente con las especificaciones y requerimientos precisos para hacer overclocking sin temor a sobrecalentamientos y malfunctioning.

El HP OMEN 880, por ejemplo, nos lo pone fácil. Un vistazo a las especificaciones técnicas nos deja ver dos nombres que son, por méritos propios, seguro de vida. El procesador Intel y la gráfica NVIDIA ya nos garantizan que podremos hacer overclock de manera segura en el PC. Eso, si nos hace falta, porque seamos honestos, el tándem que forman la NVIDIA GeForce 1080 GTX con el Intel Core i7-8700K aguanta lo que le eches. Sí, incluida la Realidad Virtual.

Tanto uno como otro se prestarán, en cualquier caso, al overclocking. Es más, el procesador de Intel es capaz de subir su frecuencia base de los 3,7 hasta los 4,7 GHz. ¿Que para qué querríamos hacer overclocking a esta bestial torre?

Bueno, siempre viene bien saber que el producto que estamos adquiriendo es un producto futureproof; nos va a durar mucho, mucho tiempo.